Si él reinase qué diferentes serían los caminos, los horizontes, los valles, las montañas, los bosques, los cielos, los mares, los ríos… El planeta sería el hogar de todos, la creación sería contemplada, admirada, cuidada. No existiría contaminación ni se hubiesen dado las condiciones del funesto cambio climático.
Si el reinase los pueblos serían pueblos, las ciudades serían ciudades, el parque automovilístico no lo habría invadido todo, las nuevas tecnologías no serían tan nuevas pero sí más humanas. No existiría la adición al móvil, ni a internet. Nos miraríamos más a los ojos, menos en las pantallas.
Si él reinase todos tendrían lo justo para comer, agua, techo, vestido, trabajo, sanidad, educación, cultura, ocio, libertad religiosa, todo tipo de libertad. Serían proclamados los derechos y los deberes. En la mesa común no habría excluidos.
Si él reinase cambiarían las relaciones, nadie sería opresor de nadie, nadie tendría armas para matar, ni existirían las guerras, ni los genocidios. Nadie llamaría valle de lágrimas a un mundo lleno de colorido multirracial, enriquecido por la diferencia cultural, con oportunidades para todos, abierto al gozo y a la plenitud.
Si él reinase no habría ni últimos ni primeros, todos forjarían la gran fraternidad. Si él reinase no habría más traje que la verdad, ni mayor privilegio que ser el servidor de todos, ni otro estilo de vida que la entrega cotidiana.
Si él reinase los gobernantes dejarían los privilegios, tendrían en la mano una toalla para lavar los pies de sus semejantes, sus salarios no escandalizarían, ningún ciudadano se dedicaría a la especulación para acumular más de lo que necesita. Se compartiría todo, desaparecerían las divisiones, las clases, los privilegios, los rencores, los odios… Nadie sería rico, nadie sería pobre. En el diccionario no encontraríamos palabras como acumular, mío, despilfarro, hipoteca, corrupto, recalificación o desahucio.
Si él reinase los sueños serían realizables, las utopías estarían al alcance de la mano. La desesperanza, las depresiones, serían malos tragos pasajeros. El amor sin condiciones sería la gran bandera, junto a él, si él resinase, una cruz alzada nos recordaría que no hay mayor triunfo ni verdad que la vida entregada hasta el extremo.
Si él reinase no hubiese tenido que escribir estas líneas pues unánimes rendiríamos digno homenaje al monarca de todo lo creado, conscientes de su imagen impresa en nuestras pupilas, en nuestros corazones.
EPILOGO
Si el reinase los 15 emigrantes africanos asesinados de un balazo en la cabeza, encontrados el domingo 15 de noviembre en el Sinaí, frontera entre Egipto e Israel, hubiesen tenido el mismo trato informativo que las víctimas del atentado terrorista de París, pero los medios masivos de comunicación poco o nada han dicho de ellos. Si él reinase, estas últimas líneas del epílogo hubiesen sido escritas de otra manera, pero mientras su reino llega, el trabajo por el reino continúa.
Un abrazo fraterno. Paco Bautista, sma.
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